Según Andrés Calamaro la honestidad nos es una virtud, es una obligación. En este caso la obligación es la honestidad constructiva. Imaginar una arquitectura donde un ladrillo se parece a un ladrillo y una viga de hormigón sostiene cosas. Nada se camufla ni se disimula, todo se exhibe, brutalmente. El resultado es una arquitectura muy poderosa y expresiva. Estas maquetas sobre las obras de Sanaa, Vilanova Artigas, Scrimaglio, Radic y Campodónico hacen la experiencia del rigor constructivo para entender las posibilidades y lógicas del material, y son bienvenidas. Pero también la arquitectura recorre el otro camino, el del engaño. Souto de Moura le reprocha a Alvaro Siza un vano en un muro de piedra donde el detalle constructivo muestra que la piedra es un revestimiento, Siza le contesta que el revestimiento es el engaño y que en el vano le hace un guiño a la verdad (cita incomprobable). Esta dualidad entre engaño y verdad ya estaba latente en el templo griego, donde la columna de sección redonda expresa el uso constructivo de la piedra sometida a compresión en su estado más honesto; pero el triglifo, nos engaña imitando una viga de madera.
Espontaneidad
Sounto de Moura de nuevo, esta vez haciendo una cita también incomprobable a algún texto de Borges. Dice que el poeta no disfrutaba leyendo textos que habían sido demasiado corregidos por el autor. Leer un texto demasiado corregido es agotador, uno percibe es esfuerzo y el cansancio de su creador escribiendo noches enteras, tachando, perfeccionando. Por eso conviene en arquitectura cierta espontaneidad, según Souto de Moura, cierto grado de error, de falta de proporción y cierto grado de sorpresa.
Estas maquetas también son erróneas, en el buen sentido de la palabra. incorporan la sorpresa, la inocencia, son espontáneas.
JMR
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