INICIO DE CLASES 2014


Comparto con ustedes las palabras de inicio de clases que Manuel Sanfuentes leyó ante los alumnos de 1er año de Arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso

Estimados Alumnos:
Desde este minuto nuevo que aquí nos reúne, el tiempo pareciera abrazar la voluntad de ustedes de estar aquí y ahora, e iniciar ese camino que llamamos del Oficio; el cual dibujará el rostro de cada uno de ustedes en adelante y trazará en vuestras miradas la vocación que anhela convertir a hombres y mujeres en unos seres íntegros para dar cuerpo al mundo que en adelante se nos presenta.
Primero que nada, quisiéramos darle nuestra más sincera y cordial bienvenida a esta, desde hoy mismo, vuestra escuela. La integridad nuestra, antes que nada es, precisamente, ésta, la de ser una Escuela, un cuerpo, un lugar y una palabra.
Pero he de advertirles antes que todo ya tome su curso, que este cuerpo nuestro nos viene de reconocernos en dos cosas primordiales; anteriores, diremos, más grandes todavía:
La primera es, por supuesto, la Palabra; aquella que da nombre a los actos, a las cosas, a los hechos y a nosotros mismos; aun a aquello que se desconoce. Sabrán que la poesía ha dado a este cuerpo la posibilidad de situarse en un lugar que es distinto al suelo, al espacio, incluso al edificio.
La poesía nos ha abierto precisamente la posibilidad de ser escuela, puesto que la palabra y el nombrar han marcado el curso, no de nuestro discurso, sino el de los actos que durante más de 60 años han dado el ritmo al arte, a la arquitectura y a los diseños; y dar ritmo, sin que implique melodías armoniosas, a lo más profundo, que es abrirse a la hospitalidad que todo cuerpo siempre promete.
La juventud siempre ha sido y es una promesa, porque tiene cuerpo, un espíritu en formación, un coraje para abordar lo más complejo, y quizá en primera instancia, un eros amoroso que baña todos nuestros deseos.
Así, nosotros no seremos sus maestros, si no están dispuestos al desafío que ustedes mismos han traído hoy aquí para hacernos frente.
La poesía lo primero que acusa es exactamente esa paradoja, dicotomía o calce entre la palabra y la acción; de modo que este momento es en su máximo sentido, la primera rima de esta palabra y esta acción; nuestra, de ustedes.
Debo advertir también, y aquí la segunda premisa, que hay un cuerpo mayor, un ritmo más amplio, que es también en este mundo ya tan viejo, un nuevo proceder, un Nuevo Mundo, como ha nombrado tan clarividente el grande Américo Vespucio.
Somos, incluso antes de ser algo o alguien, somos americanos, americanos del sur, americanos enteros; ese es nuestro ritmo primero, lo que nos tiene aquí, lo que nos da cuerpo; por eso esa bella palabra de múltiples acepciones que es el “continente”, lo que nos contiene, lo que nos tiene y nos retiene. Un cuerpo que nos hermana entre el origen de América y el advenimiento de occidente o latinidad, a este nuevo mundo que hoy, podríamos decir, falta todavía para que sea verdaderamente nuestro.
Y ahí están ustedes como “gentes desnudas entres sus dioses”, en medio de la epifanía de una identidad, ante el advenimiento del ser de América.
Lejos de un americanismo populoso, o el anacronismo de lo originario en contraposición a lo extranjero o europeo; la conjunción de lo heterogéneo o mestizaje, o razas dispares, hace de este nuestro continente, el lugar y cuerpo preciso para una modernidad nueva que recoge a la par lo natural y lo contemporáneo; tal el mundo nuevo, tal el mundo que hoy vivimos; y tal las carencias que aquí reconocemos como fuente de una creatividad espantosa que jamás el desarrollo le hace contraparte.
Aquí nos hay nada; están ustedes, están sus manos, están sus cuerpo, están sus miradas y una capacidad de observación que les hará ver donde nadie distingue, donde sólo ustedes desvelan aquello que yace y puede ser un portento.
La palabra poética nos ha revelado esta nada, ella nos ha enseñado a nombrar lo que no tiene nombre, ni aún su palabra; es ella la que nos “hace mundo” y nos enseña a “volver a no saber”.
Toda arquitectura, todo diseño, todo arte y oficio, si no nace de ahí, muere en su ejercicio. ¿Cómo entonces permanecer en ello, cómo ser fiel a su llamado, como persistir, como llevar todo hasta “el punto extremo de lo posible”?
“La exuberancia es bella”, nos recuerda Georges Bataille; “qué grande son las cosas y excelentes que el mundo reserva a los hombres imprudentes”, decía el poeta lusitano Luís de Camões… cuántos siglos atrás –preguntarle a Colón. El presente está aquí, tal vez muy lejos, tal vez este minuto.
Tened ahí la poesía, tenéis ahí vuestra América, tenéis ahí vuestros cuerpos jóvenes, tenéis aquí vuestra Escuela… desde hoy un lugar ya en América, un lugar en el mundo… un lugar… una palabra para ustedes.

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