A veces los caminos tradicionales para proyectar arquitectura nos llevan a respuestas conocidas. Cuando el orden es siempre: implantación – planta – volumetría – material – estructura, no sólo dejamos muchas alternativas en el camino, sino que las últimas instancias “sufren” de las primeras. Esto sería: defino una implantación y una planta, después le pongo una fachada, después le pongo una doble altura, después le pongo una galería para mejorar la relación interior – exterior, después le pongo una estructura. El resultado de este método de proyectar, al menos deja preguntas sin hacer.
En cambio, el ejercicio realizado en estas jornadas busca recorrer caminos diferentes. Donde la espacialidad, la estructura y la materia no son agregados, sino que yacen en la misma génesis del proyecto. Estas piezas arquitectónicas contienen voluntades espaciales. Mediante el vaciamiento de partes de la obra original se descubren condiciones nuevas de transparencia, verticalidad, nuevos vínculos, nuevos balconeos, nuevos patios. Estos espacios aparecen naturalmente, no son un tema que debo agregar y forzar sobre una idea preconcebida. Son lugares imposibles de imaginar por afuera del hacer. Son cosas a descubrir en el camino proyectual. Son lo impensable.
LA IMAGINACIÓN Y EL CONOCIMIENTO
Según Adrián Paenza para aprender matemática es necesario entrar por la puerta correcta. No vamos a entusiasmarnos mucho empezando por memorizar las tablas de multiplicar, ni empezando por los tecnicismos. Imaginemos a alguien que nunca hizo una llamada telefónica en su vida, y nosotros le decimos “para poder hablar por teléfono primero tenés que estudiar todos los códigos de los países, las características de las ciudades, y una vez que lo sepas recién ahí vas a poder llamar”. No va a funcionar.
A lo mejor para aprender arquitectura pasa algo análogo, a lo mejor no es necesario tener un conocimiento total técnico para empezar a imaginar proyectos. Por eso este ejercicio del workshop debería entenderse entre otras cosas como un juego, un lugar para pensar arquitecturas, espacios y estructuras, más que como una investigación técnica de modos constructivos.
Sería bueno, también que cada alumno se imagine a sí mismo usando esa construcción que obtuvo con el trabajo. Que cada alumno se imagine una manera de entrar el sol, un lugar para mirar, un lugar para protegerse, un paisaje, un árbol, etc.
En definitiva el conocimiento y la imaginación deberían ir juntos en el aprendizaje de la arquitectura, no uno detrás del otro.
Juan Martín Rojas
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