Para pensar materialmente, debemos lograr asociar ideas abstractas a cosas concretas. Las maquetas y los ensayos materiales permiten verificar y anticipar velozmente los comportamientos de ciertas formas al ser materializadas, esto implica un aprendizaje donde idea y construcción son familiares cercanos. También ponen en juego a la herramienta fundamental del hombre, que es la mano. La mano que dibuja, la mano que corta, que pega, que pesa y que mide. Esa es la mano que piensa y lo hace con gran velocidad.
El trabajo con la mano permite anticipar y aproximar a la realidad con gran definición de escala y sentido. Como decíamos con algunos docentes hace años: “salir del taller con la cabeza llena de ideas y las manos llenas de grafito”.
Existe también una memoria material, que se conforma con las experiencias personales sobre la construcción del espacio arquitectónico, inclusive cuando esas construcciones son maquetas en escala.
Las maquetas tienen cualidades físicas que sirven de analogía para su traducción a edificios. Esto es: las cosas demasiado esbeltas pandean, los voladizos se caen y las curvas de madera son difíciles de construir. Una losa colgando con un tensor es un drama en una maqueta y también en un edificio.
Todo esto no ocurre en un modelo electrónico, mucho menos en unos planos y ni hablar de un texto. O sea las ideas no pesan y las maquetas sí.
Todas las ideas son puras, siempre. Pero las ideas arquitectónicas fruto del trabajo en el taller pueden ser un poco más sucias, más complejas, más contradictorias y más profundas. Pueden ser más arquitectónicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario